`Falta de Comunicación deriva en Ego y Consumismo´.
Escribir siempre ha sido para mí
una actividad análoga a respirar. Tal vez las consecuencias de no hacerlo no
sean catastróficamente inmediatas como dejar de aspirar aire en los pulmones,
pero he comprendido que –paulatinamente– el resultado será el mismo.
En el último año [un período de
tiempo altamente largo y doloroso], he aprendido que la Comunicación es una cualidad humana esencial en nuestra existencia.
Años antes no pensaba lo mismo, y
me importaba muy poco ahondar en el tema.
Fue precisamente estos últimos
doce meses, de experiencias profundamente fuertes, los que me han enseñado la
importancia vital de poder expresar lo
que somos.
Tristemente dejo una faceta de mi
empleo que antes me entusiasmaba mucho. Cuando recién me involucré en la
oportunidad, visualicé un camino lleno de satisfacciones, de poder aprender,
poner en práctica los pocos conocimientos y habilidades adquiridos o presentes
en mí, y, sobre todo, colaborar integrando un equipo de trabajo de ensueño.
Ayer por la tarde ese ciclo llegó
a su final, tras una serie de eventos desafortunados que me llevaron a
analizar, reflexionar, y esbozar la difícil decisión de renunciar a las metas y
planes cuidadosamente diseñados a lo largo de ocho años.
Desde una cultura centrada en la
Comunicación y la expresión metafísica, me topo con pared al intentar mantener
vigente esta idea en el ambiente cotidiano, laborar, e, –incluso– personal.
Actualmente –y haciendo referencia a los conflictos presenciados a nivel
mundial en las últimas semanas–, los
seres humanos en general experimentamos un periodo de oscuridad, similar al
vivido al término del año dos mil doce,
cuando se cerraba el largo ciclo metafísico, representando una transformación
energética radical entre el Quinto y
el Sexto Sol, descrito por las
civilizaciones antiguas.
Como un esquema de Geometría Fractal, nuestras acciones
como Humanidad se repetirán desde mínimas escalas hasta escalas urbanas y
globales, hasta la pérdida plena de nuestra comunicación, empatía e interés de
establecer relaciones con nuestro prójimo.
Como seres humanos, tenemos dos
cualidades esenciales: el Raciocinio
y la Comunicación. El segundo es
producto del primero, y se convierte en nuestra habilidad para lograr
crecimiento espiritual pleno.
Al nacer, sin embargo, se nos
brinda una visión por completo egocentrista,
que nos limita a observar y comprender el universo desde una perspectiva única
e individualista. Es indispensable –por razones obvias– como humanidad y civilización, poder establecer relaciones de
convivencia e intercambio cultural, para aprender a compartir nuestra visión
personal, con intereses y perspectivas grupales sociales, lo que irremediablemente nos llevará a una mayor
comprensión de nuestras realidades.
Sin embargo, la existencia de la Tecnología, los vertiginosos avances en
la comunicación, y el desarrollo y definición del Capitalismo como única opción que nos orilla al consumismo, ha
hecho que paulatinamente adquiramos cualidades que, lejos de llevarnos a la
convivencia y armonía social, confirmen nuestro egocentrismo y bienestar
individual, como única meta, en la que nos centramos, alejándonos de quienes
nos rodean.
El establecimiento de relaciones
personales y lo que esto conlleva [pláticas humanas, convivencia presencial,
tiempo compartido en actividades sociales] ahora se consideran como acciones
inútiles, que no representan beneficios a largo plazo.
El desarrollo espiritual
permanece mermado ante tal realidad.
No podremos aspirar a lograr
crecimiento como seres humanos, si no cultivamos nuestra habilidad de Empatía, de ser capaces de ayudar al
prójimo desde puntos de vista desinteresados y honestos, que, lejos de traernos
beneficios a corto o mediano plazo, nos permita comprender a profundidad que
las relaciones humanas, la armonía entre ellas, y el aprendizaje y la
retroalimentación que éstas representan, son una valiosa herramienta para
acumular conocimiento, y encontrar nuestra esencia y valor como seres humanos
individuales, que sólo tenemos cabida cuando entendamos que formamos parte de
una generalidad universal unificada.
Tras un período de once meses, mi
vida cambió en muchos sentidos. Las decisiones que tomamos buscan mejorar
nuestro bienestar, y, en cierto sentido, eso fue lo que aconteció. Debo
aceptarlo. Sin embargo, la Vida –como
he aprendido– consta de más de un
área o plataforma de existencia, y –en
mi caso– el cambio vivido repercutió
en sólo un par de áreas, de las siete que integran nuestras vidas.
Ayudar a los demás siempre ha
sido una meta indispensable para mí. Mucho tiempo ondeé esa bandera,
experimentando gratas satisfacciones al ser capaz de ayudar a otros. En
ocasiones pensamos que las personas se sentirán agradecidas de ser ayudadas.
Este largo último período de
tiempo me ha demostrado lo contrario.
Una dolorosa lección de Vida.
Establecer una plática, por muy
trivial que ésta sea, es entendida como una pérdida de tiempo, como una
experiencia que deja nada, en términos de costo/beneficio. Las charlas
presenciales, el intercambio de nuestros personales e individuales intereses, o
nuestras perspectivas sinceras en torno a algún tema en común son cada vez
situaciones menos vistas o aceptadas en nuestra realidad cotidiana.
Nos concentramos en manipular,
obtener poder, y con él, dominio o la oportunidad de controlar las
circunstancias, o de establecer nuestros puntos de vista como únicos, válidos
y/o universales. Dolorosamente, las relaciones personales se han tornado
evidencia y sinónimo de intereses y conveniencias, y se deja de prescindir de
ellas cuando no satisfacen nuestra ambición o planes basados en el consumismo
de los objetos o circunstancias.
Los cánones y valores humanos se
basan entonces en la Belleza de la apariencia
física y en la capacidad de la Utilidad
a cortísimo plazo.
Una vez más, el anhelo por el
desarrollo espiritual, queda de lado, al no ser capaz de integrarse a los
intereses humanos predominantes.
Escucho:
Just like you said [Live in Paris] / Kiss from a
rose [Live in Paris] // Seal