`Cada uno de nosotros, llevamos
dentro un valor que define lo que somos´.
Cada uno de nosotros, antes de
venir a esta Tierra, diseñamos un Plan
de Vida, es decir, una serie de experiencias y lecciones que decidimos
afrontar, y que nos leguen Conocimiento y
Experiencias.
Este programa se mantiene activo
dentro de nosotros, no en nuestra memoria consciente inmediata, más bien en
nuestro ser, en nuestro ADN y en huellas corporales, así como estructuras mentales, que, conforme
vayamos siendo conscientes, se
convierten en señales guía, y herramientas de crecimiento y desarrollo
personal.
Al ir analizando, comprendiendo,
y profundizando en nuestros patrones de conducta, nos daremos cuenta que
solemos `elegir´ ciertos conflictos o situaciones problemáticas, que parecen
repetirse en nuestras vidas a través de diversas etapas o ciclos. Nuestra
existencia funciona –precisamente– a través de patrones, elementos y circunstancias repetitivas, que si bien no se
materializan del todo idénticos, poseen siempre la misma esencia, es decir, la lección última que deberíamos aprender
en cada caso, es la misma.
La experiencia –a través de los casos trabajados en
terapia, así como en mi propio caso–,
me han llevado a encontrar un hilo director
en cada circunstancia, o circunstancias repetitivas personales, un concepto, o más bien, un valor presente para cada individuo en
particular.
La serie de conflictos que se
repiten en nuestras vidas, son circunstancias que nosotros mismos atraemos, de
acuerdo a un anhelo de naturaleza espiritual
escrito en nuestro ser, y que responde a las necesidades personales que nos
hemos planteado enfrentar en la vida que experimentamos, acorde a nuestro Plan de Vida.
Es así que podemos identificar el
valor principal que se convierte en aquello que pareciera darle todo el
sentido, no sólo a nuestro humano existir material, sino incluso a nuestros
conflictos y desequilibrios, y a nuestras reflexiones de carácter espiritual.
Vivimos prácticamente evocando
dicho valor, a través del concepto polarizado
o contrario a él, lo que se convierte en la fuente de absolutamente todos los
desequilibrios que afrontamos.
Es así que escucho a personas
decir que han vivido relaciones cuyos quiebres son violentos y dolorosos, o bien,
experiencias de abandono y pérdidas constantes en todos los sentidos, hasta
enfermedades crónico degenerativas, que terminan por prolongar el sufrimiento
de manera perpetua, en ciclos que parecen no tener fin.
Al atravesar las capas de Dolor y Sufrimiento que integran estas experiencias, podemos identificar el
valor que define y da origen a las circunstancias que nos traen estas
emociones.
De esta manera encontramos que,
experiencias duras como la Traición o
el Abandono, terminan por definir
valores como la Fidelidad (Confianza) o la Pertenencia, respectivamente.
Las situaciones que atraemos a
nuestras vidas de forma inconsciente,
tienden a buscar aprendizaje que nos lleve precisamente a reconocer e integrar
este valor esencial a nuestro ser.
Como no somos capaces de verlo de
manera directa, nuestras decisiones nos llevarán por conflictos que deriven en
circunstancias opuestas a este valor, para así, en el medio de la tormenta y el
Dolor, podamos reconocer las
actitudes, hábitos y redefinir las decisiones que construyen nuestro Bienestar, de acuerdo con nuestras Misiones de Vida últimas.
Mi propio caso me ha llevado a
replantearme dos conceptos interrelacionados:
Pertenencia e Identidad, gracias a lo cual he sido capaz de redefinir no sólo mi Vocación como Sanador, después de haber estudiado Arquitectura y haber ejercido más de una década como profesionista
en ese rubro. Ahora redescubro aspectos de mi ser que antes no fui capaz de
reconocer y aceptar, y tomar decisiones que me permiten comprender a plenitud quién soy, y a dónde pertenezco, en una eterna búsqueda que –sin ser consciente de ello–
me tomó cerca de cuarenta años identificar y comprender.
El valor de la Identidad me hizo vivir durante muchos
años circunstancias opuestas a él, como Rechazo,
Indiferencia y daño en mi Integridad, física y mental.
Cada experiencia fuerte en mi
vida, tuvo relación con estos valores, hasta que comprendí que la única manera
de romper los círculos de vicio, era reconocer mis temores, entregarlos espiritualmente al Universo o Dios, y
redescubrir las cualidades, valores y emociones de Autocompasión y
Amor, presentes en mí mismo, como un
mecanismo de Autoaceptación y dominio
pleno de los sentimientos y emociones, haciéndome responsable de cada acción y
circunstancia personal en mi propia vida.
Ha sido indescriptible el poder
apoyar a otros a reencontrar valores hermosos como la Lealtad, Paz, Integridad, Fe, Tolerancia, entre
muchísimos otros.
Conflictos y escenas traumáticas
como violaciones, pérdidas por Muerte de seres amados, abandonos, violencia física, son sólo
ejemplos de circunstancias problemáticas atraídas para poder acceder a los
verdaderos dones y cualidades de
nuestro espíritu, y comprender que
estos hechos, bien canalizados, nos llevan irremediablemente
a nuestra mejor versión como seres humanos, porque cada escena personal
dolorosa trae consigo la oportunidad de redimir
nuestro sufrimiento, y decidirnos a actuar desde la Plenitud y la Claridad de
la enorme responsabilidad que la Consciencia,
representa.
Imagen tomada del sitio:
Escucho:
Burning the heather | Pet Shop Boys
Prehension. Album | Joep Beving