`Tú construyes tu propio Santuario´.
La Vida es una realidad que todos diseñamos, pero pocos construimos…
Es un constructo basado en decisiones, en intenciones volcadas en acciones, muchas de ellas –por no decir la gran mayoría– inconscientes.
Cada decisión es un pensamiento,
que de un momento a otro se vuelve palabra, frases, diálogos o discursos, que
compartimos antes de materializar a través de una, o varias, acciones.
Lo que pensamos –quizá consideres– no tiene gran importancia por ser un proceso íntimo, personal. Porque nadie más tiene acceso a esos
pensamientos, que finalmente se quedarán en lo más profundo de nuestra mente… O
quizá no.
Todo pensamiento, por pequeño, instantáneo o superficial que parezca,
es una extensión de nosotros, de nuestro ser, que se expande inclusive de
manera vibratoria hacia la Realidad
que nos rodea. Todo lo que pensamos termina influyendo de una u otra manera, en
nuestro Contexto.
Cada palabra o acción, producto
de ese pensamiento insignificante, es una pieza clave en la Realidad, que será
utilizada por tí o por otros, para ser colocada en un determinado lugar, un
ladrillo en un gran muro, que forma parte de espacios humanos que se levantan
por doquier, y en donde los seres humanos, habitamos.
Convierte este espacio, y tu propio espacio, en un lugar grato,
sereno, perfecto, donde puedas detenerte cada noche o atardecer, y reencontrar
quién eres.
Transforma tu realidad en un
sitio seguro, tranquilo, sacro, donde
el Tiempo te permita cuestionar si
vas por buen camino, y el Espacio te
hable sobre las metas que te has puesto a tí mismo para desarrollarte espiritualmente.
Que cada pensamiento, cada
diálogo, contigo, con los demás, y con Dios,
sea un discurso de Reflexión, de Retroalimentación y Aprendizaje, que te inspire a ser Luz, jamás Oscuridad.
Cada acción que realices, por
insignificante que ésta sea, te recuerde la influencia que representas para los
demás. Que a través de ellas, tus
acciones, valores las relaciones humanas que has establecido, las amistades que has construido, las familias que has integrado.
Recuerda que cada fracaso es en
sí mismo un paso valioso, que te trae al Presente,
a la Belleza del aquí y el ahora, para replantear lo que
has hecho, recomenzar, o en su defecto, reestructurar
esa parte de tu vida que aún no has conseguido levantar del todo.
Si constantemente te esfuerzas,
te mantienes enfocado en el camino de
la Claridad y de la Luz de la Consciencia, entonces
paulatinamente comenzarás a experimentar en mayor número e intensidad, emociones que te robarán momentáneamente
el aliento, y harán brincar y brillar tu corazón.
Pero sobre todo, cada vez más,
los atardeceres y ocasos serán momentos amados y atesorados, porque, en medio
de la brisa de la quietud, de esos minutos breves de Transición entre el día y la noche, entre la Luz y la Oscuridad,
encontrarás razones para agradecer cada día el haber experimentado esos instantes
–tanto buenos, como malos– que te construyen a lo largo de cada
día de tu existencia.
Porque tu propia existencia ha
comenzado a tener sentido, dirección y Continuidad.
Sabes a donde deseas dirigirte, y
los pensamientos, palabras y acciones que utilizarás para llegar ahí.
Porque quieres llegar a lo más
profundo de tu corazón, y quizá –seguramente–, al centro del corazón de las
personas que amas –y de las que no
amas todavía, pero que amarás, a pesar de no conocerlas físicamente jamás–.
Porque diariamente hablarás con Dios, quizá en Oración, en Meditación o
en simple Congruencia y Plenitud.
Es entonces que te darás cuenta
de que has diseñado paso a paso, tu
propio espacio personal.
Habrás finalmente construido tu propio Santuario.
Y todo el Sufrimiento, Enfermedad,
Dolor y Sacrificio, habrá valido la pena.
Escucho:
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