Reflexión sobre nuestra
condición de ser felices
Cuando era niño, y jugaba, tenía la increíble capacidad
de materializar absolutamente todo lo que imaginaba. Nunca me vislumbré a mí
mismo como adulto. Lo único que deseaba era ser feliz. Lo era, y no me
importaba lo demás.
Al crecer, como cualquiera de nosotros, tuve que
verme forzado a tomar las decisiones que la madurez en sus distintos niveles absorbe,
decisiones que definen nuestra vida. Algunas decisiones fueron relativamente
sencillas, a diferencia de otras. La verdad es que nadie en el mundo en
occidente nos enseña a ver más allá de nuestra realidad. Más allá de nuestra
nariz.
Toda mi vida he tomado decisiones basado en las
circunstancias inmediatas, en los elementos que existen en el preciso momento
de la decisión a tomar. Peor aún, basamos nuestras decisiones en los eventos
pasados que hemos sufrido, y que transforman nuestra realidad, convirtiéndose
en un ancla que se queda amarrada a
nosotros, y que detiene nuestro avance cuando el momento de volar finalmente
llega.
Nuestra cultura occidental capitalista venera la
búsqueda del Éxito, la Fama, el Reconocimiento.
Recuerdo cuando concluí mi programa del
bachillerato. El siguiente paso obligado, era la elección de una carrera que
estudiar, a la cual dedicarme el resto de mi vida.
Ahora que lo reflexiono, a la distancia, confieso
que jamás me senté a pensar las implicaciones de elegir una carrera. Como muchas
de las decisiones que he tomado a lo largo de mi existencia, sólo lo vi como un
paso más a seguir. Un paso que la sociedad, la consciencia colectiva, mi
familia, mi ego, mi consciencia misma, esperara que hiciera.
Y así lo hice.
Tras doce años de actividad profesional, dos
libros, un proyecto personal, y varios proyectos solicitados por otros clientes,
me he dado cuenta de las implicaciones de elegir una carrera profesional para
toda la vida.
Antes de continuar, lo primero que te pido es que
pienses, que reflexiones lo que `toda la vida´, significa.
Considero que en nuestras sociedades, el término toda la vida se ha sobreestimado; impone,
y peor aún, denigra otras tantas frases y anhelos simples, pero altamente
poderosos, como `para que seas feliz´.
Si mis padres me hubieran dicho: elige la carrera para toda la vida, que te
haga feliz…
Esperen, sí lo hicieron. Y cuando lo hicieron,
elegí una carrera que –por obvias
razones– no estudié, porque filosóficamente, planteaba la paradoja temporal-espacial de realmente profesar una actividad
profesional `con futuro´. Al final del día, como muchacho que se halla en medio
de una elección, entiendes que debes supeditar
tu necesidad de ser feliz, a las condiciones reales y capitalistas de tu
entorno.
La Vida se encargará, Enrique –te lo dice la viva encarnación de la experiencia– de mostrarte en el camino cual corta la
vida misma es.
¿Cómo es eso?
Puedes mantenerte vivo, pero muerto en el trayecto.
La vida me obsequió un momento clave en mi camino.
Un instante, una fracción de día, un tanto de horas, durante las cuales todo en
mí, cambió. Sé que muchas personas han vivido momentos como éstos, trágicos,
inmensos, drásticos, violentos, en los que no entraré en detalles, sólo
confirmaré que estos momentos te muestran siempre en el mismo y estúpido cliché, que tu vida de repente se ve frágil, pronta a
desvanecerse, a deslizarse de entre tus dedos, como agua, incapaz de que puedas
hacer algo al respecto. La sensación es desesperante, indescriptible, corta,
pero indescriptible, que podría pasar el resto de mi vida escribiendo un libro
al respecto, sin conseguir siquiera acercarme un poco a la esencia de ese
tétrico sentimiento.
Cuando recuperas la consciencia, y el [cierto]
control que el evento te ha dejado, sabes que algo en tu camino se ha roto para
siempre. Quizá porque la dirección planteada por este evento, te ha obligado a
dar un vuelco del que jamás podrás recuperarte.
¿Cómo sabes
que este vuelco no es la verdadera dirección que desde el principio evitaste,
eligiendo por elegir, acorde a los parámetros sociales?
Oh. Está bien. No hay manera de sorprenderse más,
sino escuchar a la Ironía siempre que su voz te susurra algo al oído. Cuando
ella lo haga, entonces tiembla.
Tu vida estará por cambiar. De nuevo.
Puedo decirte que los años transcurren. Las dudas
crecen. El temor se impone.
Ilusamente creerás que podrás hacerles frente. A
todos los obstáculos tras un instante difícil que convirtió tu vida en algo
completamente diferente. Es verdad eso que reza que lo que no te mata…
Lo he vivido. Y en su momento me reí de ello,
porque creí que podría sobrellevarlo todo.
No sé realmente qué es más determinante en la Vida.
Me explicaré. Me refiero a qué es lo que en verdad merma tus deseos de
continuar viviendo: Las consecuencias de los eventos trágicos que hemos vivido
en nuestra vida personal: robo, asesinato, violencia, violación, abandono,
pobreza, soledad, guerra, hambre… O bien, la simple premisa que se guarda en
nuestra subconsciencia, de saber que cualquiera que haya sido el catalizador
que nos llevó por determinado y tortuoso camino… el camino no importa, sino la
sensación de no ser feliz transitando por él.
Puedes soportar todo, menos esto último. Saberte infeliz.
Eso es lo que me está matando en este momento.
Nuestra naturaleza humana está diseñada para
incluir altos dotes de Fortaleza. Sí. Lo he probado en carne propia. En los
momentos más complejos y traumáticos de tu vida, tu cuerpo, mente y espíritu
harán hasta lo imposible para mantenerte vivo, salvo que tu decisión
irrevocable sea morir, porque en el fondo eliges
hacerlo. Si no es éste el caso –lo
he vivido, desgraciadamente, en más de una ocasión– entonces la dosis de Fortaleza que el Universo puso en tu
estructura orgánica, será utilizada.
Caso contrario es aquel del que hablaba antes.
Cuando, a pesar de todo lo que hagas, no
eres realmente feliz. En verdad no hay manera de salir de ello. Acabará
consumiendo todas tus energías.
Ahora sí, si mis padres me hubieran planteado todo
este dilema, seguramente habría llorado dos días seguidos, y sus noches, por no
ser capaz de elegir aquello para lo cual dedicar mis esfuerzos todos los días
de mi vida, y ser feliz, al mismo tiempo.
Con todo lo vivido [que no es mucho, pero sí lo
suficiente –te lo digo con la carga
irrefutable de pesar, soledad e intento de madurez, cargando cual costal, en la
espalda–] puedo decirte que la Vida
me ha enseñado a que primero debe uno ser
feliz. Las decisiones no definen tu
Felicidad, sino, más bien, la
confirman.
Haber sido lastimado en mi pasado, transformó mi
ser entero, me hizo perder algo, una parte, o partes de mí, de maneras que
hasta ahora soy incapaz de comprender, o explicar, así como de niño lloré
cuando perdí algo que consideraba esencial en mi infancia. De niño fui infeliz
momentáneamente, porque al paso de los días, fui feliz de nuevo. De adulto soy
incapaz de recuperar esa felicidad.
La diferencia es que, cuando creces, la sociedad
espera, declara, impone, que debes ser una persona de éxito, decidida,
perfecta, con una vida inmaculada, ya sea en tu pasado o en tu presente. No hay
cabida para la imperfección, para la pérdida, para la mancha, para el
sufrimiento. El fracaso es la llave del Fracaso mismo. ¿Lo entiendes ahora?
Lo que puede más no son las consecuencias del
fracaso tras el fracaso mismo, sino más bien la tormenta interna de no ser
feliz, por la simple incapacidad de luchar por nuestra Felicidad misma.
¿Sabes?
Soy feliz en muchos sentidos.
Siempre lo he sido. Ahora lo entiendo.
Tenerte en mi vida ha sido uno de los motivos para
descubrir que soy feliz.
Como cualquier humano, continúo tomando decisiones,
sobre la marcha. La Vida se trata de eso.
Tomo decisiones porque soy feliz, o infeliz, según
sea el caso [se vale perder momentáneamente la Felicidad, dice mi niño interior].
A lo que voy es que un hombre decide sus
circunstancias una vez que ha sido feliz, decide comenzar a serlo, o ha
decidido que lo será en el futuro, nunca al revés. Las circunstancias son
creadas por el hombre, y la Felicidad es una condición innata en él, es su
herramienta para construir dichas circunstancias.
Si sientes algún día que has tomado una dirección
equivocada, quiero que te sientes, reflexiones. Respires. Esa desviación marca
seguramente las huellas de la decisión que está escrita que tomes, y que sólo
podías haber recordado tras vivir aquello que viviste. Como dice José Saramago, ‘[...] los mapas, te
dicen por dónde deberás ir, pero no te garantizan que llegues’.
La Felicidad –como
suele señalar un mapa cualquier cosa que busques en él– está ahí. Siempre ha estado. El dibujante del mapa puso algo ahí
porque sabe de antemano que en la realidad existe. Así mismo ocurre con la
Felicidad. Si no llegas a un destino no es culpa del mapa, sino de la
incapacidad de vivir tu propia realidad, y hallar en ella lo que el mapa supone
que halles. Leyendo el mapa, posiblemente llegarás. Viviendo la realidad que
recrea el mapa, alcanzarás realmente el destino que buscas en él.
Camina, corre a veces. Cáete.
Llora. Sufre.
Y entonces levántate.
Siempre con la convicción de que todo lo que te
rodea es parte de tu decisión, de tu capacidad innata de mantenerte feliz y
pleno.
¿Haces en
este momento aquello que te hace feliz?
Si piensas que no, entonces quiero que sepas que
esa sensación inspiró esta carta que hoy te escribo, y que me hace replantearme
mi propia condición de Felicidad.
Algo que nadie había conseguido hacer…
Te agradezco por ello.
Miro entonces esa sonrisota que dibujas en tu rostro
en este momento.
En el fondo eres feliz. Ahora, con todo lo que has
aprendido, y llevas contigo hasta este momento, cierra los ojos, fija tus
metas, define tu camino, y haz con pasión absolutamente todas las cosas.
La Felicidad
llegará cuando descubras que ésta se encuentra en el camino, cualquier camino
que recorras, más no en la simple meta, como todos piensan, como todos creen.
Imagen
editada, original tomada de la liga:
Escucho:
Come talk to me / Peter Gabriel with Bon Iver
God
says nothing back / The Wallflowers
It´s
my life / Candy Dulfer
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