sábado, 11 de octubre de 2014

Victorias

Una pequeña victoria, y un agradecimiento


Una meta cumplida. No por la meta misma, sino por lo que el logro representa en sí mismo.
Seis meses de lucha, de inagotable paciencia, de confrontación conmigo mismo, para vencer a los demonios, para no caer de nueva cuenta en el abismo.
Le debo a una persona el inicio de la batalla, cuya victoria no creí jamás alcanzar.
No sé si leerás estas palabras, las expresadas en esta sencilla carta. Tu último mensaje dejó muy claro tu resentimiento y odio hacia mi persona. Lo que al final piensas de mí, y lo carente que soy, como ser humano.
Deseo de corazón agradecerte por la inspiración, por el apoyo que representaste. Contigo fijé mi meta. A pesar de lo que ocurriera –me lo dije– en el futuro, yo lucharía hasta el final para cumplir con mi palabra. Confieso que comencé la batalla por tí, en un intento inútil de ayudarte y fungir como un apoyo, como una dirección que deseé brindarte, sin lograrlo –consciente– al término de nuestra relación.
La vida siguió su curso, y las circunstancias nos llevaron por el peor de los caminos. Tras tu enojo y furia, supe que nos separaríamos. Tus palabras lo confirmaron.
Tras el dolor, el remordimiento y la incertidumbre de los actos, no queda más que continuar caminando.
En mi mente –sin embargo– la meta continuaba taladrando la cabeza. Finalmente –me dije de nuevo–, si tu amistad algo representaba para mí, deseaba luchar por ella, intentando llevar al término aquella promesa que hice para contigo.
Complicado es perder a las personas. Más complicado aún mantenerlas vivas, en el recuerdo, con las cosas buenas, cuando todo es pesimista y malo. Imposible continuar con tu vida cuando ellas, llenas de ira, se han ido, dejando tras de sí una estela de frustración, y luchas por hallar sentido a las circunstancias.
Decidí continuar en lo alto con el estandarte de la promesa hecha. No por ti, sino por mí. Por brindarle a mi palabra el beneficio de la Esperanza, y honrar lo que nuestra amistad representó en un tramo corto del camino.

Gracias por el tiempo compartido. Por las lecciones que me brindaste. Por escuchar, a pesar de no desear hacerlo.
Gracias por exigirlo de mí todo. Por las recriminaciones, por las palabras hirientes. Por despertar la culpa en mi interior, por hacerme sentir peor que la peor de las cosas sin valor alguno.
Por ti, por el recuerdo de los buenos momentos fue que me mantuve firme cuando todo era caos, dolor y confusión. Porque tus acciones me enseñaron a no caer de nuevo, a no hacerme más daño del que nos hicimos al dar por sentado tantas cosas.
Seis meses acontecieron. Una promesa cumplida.
Y hoy, sólo tu recuerdo permanece.
A tu memoria dedico este espectacular logro, un día después de verlo materializado.
Cambiaste mi vida. Los mensajes de Luz tenían razón, y yo no deseaba escucharlos.
He sufrido. Lo que estuvo a punto de matarme, aquello que sobrepasó por completo mi entendimiento y capacidades, me hizo fuerte.
Tú me hiciste fuerte.
El nombre de nuestra amistad lo pudo, al término del día.
Me he planteado no caer jamás en el abismo. Sé con certeza que cumpliré la meta.
No me resta más que dejarte ir, trascender el ciclo, y comenzar una nueva página de historia, de vida.
Si la furia permanezca o no, no depende de mí. Yo la transformé en Fortaleza, en motor de esta lucha que hoy concluye.
Gracias por ello.
No mereces nada malo en tu vida.
A pesar de todo, lo que siento por tí no ha cambiado o cambiará jamás.
Te quiero. Dibujo un fuerte abrazo a tu persona.
Y deseo que logres algún día el bienestar que tú mismo –sin saberlo– me has inspirado.
Gracias por estar.

A ustedes, seres de Luz, agradezco la lección y la premonición de uno de los pasajes más oscuros y difíciles de mi vida, que hoy veo transformado en día, en un amanecer que me brinda guía y paz en el camino.
A Santiago.

Escucho:
Graffiti on the train / Stereophonics
Tú estás aquí / Nek

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