El estudio The Synapse Project
afirma que salir de la rutina
ayuda a revitalizar el cuerpo.
Nuestra mente se mantiene en forma
aprendiendo nuevas cosas y la evolución
de nuestros pensamientos nunca culmina,
llegando así a perfeccionarnos un poco más.
Alejandro Arroyo Cano
Colaborador de `Cultura Colectiva´.
Ahora entiendo que hace tiempo no
salía de viaje.
Salir de viaje es indispensable,
tanto, como respirar o comer.
Viajar es sinónimo de alimentar
el Espíritu, a partir de vivencias que nos obliguen a salir de nosotros mismos,
a enfrentar circunstancias nuevas y desconocidas, que nos hagan reflexionar,
retroalimentarnos y replantear nuestra vida y circunstancias.
Viajar es sinónimo de ir de
compras, a esa tienda llamada Mundo, donde, sin pretenderlo siquiera,
adquirimos nuevas habilidades, descubrimos actitudes o cualidades que teníamos
con nosotros, o bien, de las que decidimos apropiarnos, porque algo en nosotros
ha quedado atrás, se ha transformado. Todo nuestro ser, o una parte importante
de él, se ha reestructurado.
Hace tiempo que no salgo de
viaje. Que no tomo la mochila, y sólo con un puñado de buenas intenciones y
aventura, salgo a caminar por veredas y nuevas calles o avenidas.
Viajar es salir y explorar el Universo, es flotar en medio del
espacio sideral, y en ese trayecto de incertidumbre, dar de volteretas para redescubrirnos
a nosotros mismos.
Ahora comprendo que al no salir
de la rutina, de obsequiarme algunos días para salir y conocer alguna otra
fracción del Mundo, mi cuerpo enferma, para darme el sutil mensaje de que debo
salir, viajar, disfrutar el entorno, y alimentar el alma.
Como no hay decisión clara con
respecto a considerar el mensaje dado, mi cuerpo, y sus síntomas extraños, me
obligan a emprender un viaje, si, no importando que no te muevas, que continúes
en la misma ciudad y con la misma gente. Viajar no requiere –necesariamente– movimiento físico.
Es entonces que, tras los
diagnósticos médicos, las terapias y demás sesiones obligatorias que
sobrevienen cuando tu salud merma, comprendes que lo único que tu cuerpo anhela
es emprender el viaje.
Esta travesía –comprendes– será por completo diferente al resto, ya que implica un destino
que jamás consideraste, que no aparece en absolutamente ningún mapa, y que no
tiene agencia de viaje o transporte que reserves o tomes para llegar a él.
Se trata –por lo tanto– de un
viaje diferente, para el cual no sabes qué demonios empacar, o si debas
reservar cierto número de días.
Al final, presientes, viajar
hacia tu interior, hacia la raíz de la persona que hoy eres, y que requiere una
retrospección profunda hacia la oscuridad de tu propio espíritu, es una
travesía para la que nadie jamás te prepara. Ni en la escuela, o en tus
múltiples trabajos, o en tu desempeño profesional o disciplinar, viste nunca
algo parecido. Al contrario, todo lo que en esas circunstancias aprendiste, te
llevaron a alejarte más y más de ese destino, al que hoy urge, encuentres y
regreses.
Un amigo querido, que se halla en
el mismo continente, pero en polo opuesto, me escribe diariamente desde la
ciudad en turno donde ese día se encuentre tras emprender su personal travesía
humana que lo lleve a saber quién es. Es extraño cómo hay quien viaja miles de
kilómetros para reencontrarse, y otros que emprendemos los mismos kilómetros,
pero hacia nuestro interior, todo para hallar el mensaje dentro de la botella,
que nos brindará la oportunidad de salir del naufragio, y recuperar esa
fracción de Vida que hoy, hemos perdido…
Cita de inicio de nota, tomada del sitio oficial de `Cultura Colectiva´:
http://culturacolectiva.com/lecciones-de-vida-de-el-principito-explicadas-por-la-ciencia/
Imagen editada digitalmente, original tomada de la liga:
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