`El cambio es sinónimo de Vida´.
Quizá sean los días, los tiempos
que vivimos como individuos, como familias, comunidades, ciudades o país. Un
pretexto sea tal vez el ambiente político, o las circunstancias deportivas
donde una selección de nuestro país nos representa a nivel mundial. El
sentimiento colectivo es el mismo. Cambios, una transformación profunda que trastoca nuestras vidas en todos los
sentidos. No soy el único que lo experimenta. Varias charlas, conversaciones
entre amigos cercanos, donde el tópico es compartido. Las piezas estables de la
existencia han comenzado a caer, a cambiar, a moverse de maneras que no
llegamos a anticipar, a comprender, a prever. Y la sensación de que nada
podemos hacer al respecto.
El proceso de transición existe, es generalizado, y lo
experimentaremos en todos los ámbitos y niveles. No es una circunstancia limitativa
para ciertas personas o círculos. Es un evento universal, un mecanismo de reajuste individual, energético, de carácter profundo y espiritual, donde se nos obligará a
retroalimentarnos, a cuestionar nuestro ser en todos los aspectos, para poder
continuar adelante.
Los cambios, esos períodos de
incertidumbre que odiamos, porque destruyen nuestra seguridad y confort, son indispensables, necesarios
para comprender que la Vida es un
constante fluir, una eterna despedida de aquello que hoy fuimos, pero que no
nos define, más bien nos forja, sólo para dejarlo marchar y continuar viviendo,
madurando, convirtiéndonos en lo que estamos destinados, en lo que hemos
elegido ser.
Los cambios están hechos para
reestructurar las partes, las piezas del todo, siempre en aras de mejorar, de
ver el Universo desde panoramas distintos y nuevos.
Para acceder a una mejor parte de
nosotros mismos, donde pensábamos que todo estaba dicho, escrito, hecho.
¡Cual equivocábamos estábamos!
Imagen tomada del sitio:
Escucho:
Hold the line | Toto
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