`El
Tiempo no es caro. El Tiempo es valioso.
Es diferente.
Caro implica la idea de gastarlo,
valioso, de invertirlo´.
Una charla con un amigo me hizo
reflexionar en relación con la mentalidad que guardamos con respecto a las
circunstancias que rigen nuestra vida.
Hace cinco años, realizando el
ejercicio de visualizar qué sería de mí, profesional y personalmente, jamás
imaginé vivir las circunstancias que experimento ahora. Vivo todo lo que jamás
miré existir en mi vida.
Dos hechos me llevaron en el
curso de los últimos meses del año pasado, a tomar una difícil decisión con
respecto a mi situación, que transformaría mi presente y mi futuro en todos los
sentidos.
Renuncié a un proyecto de vida en
el que cumplía quince años de participación, y en el que mucho tiempo me
visualicé estable, cumpliendo un ciclo laboral del que me encontraba seguro de
jubilarme y concluir una etapa profesional, para dedicarme posteriormente a lo
que siempre soñé hacer desde que tenía cerca de catorce años.
Cuando concluí mi carrera, decidí
tajantemente buscar y obtener dicho trabajo, para contar con la estabilidad y
comodidad que buenas circunstancias laborales podrían darme. La actividad de la
escritura, que fue mi pasión desde que era un adolescente, vendría en su
momento, al término de este ciclo laboral natural –fue lo que creí, en ese lejano momento–, y que dejé en un segundo lejano plano.
Hoy, a seis meses de distancia de
renunciar al estable y redituable trabajo, reflexiono en relación al concepto
de Tiempo que guardamos con los años.
Mi amigo me contó que invirtió
durante meses fuera de la ciudad, y que, desgraciadamente, perdió una fuerte
cantidad de dinero en esta actividad, lo que le obliga a regresar a la ciudad y
comenzar de cero. En cierta manera, lo comprendí, porque es exactamente lo que
atravieso yo en este mismo momento.
La pregunta que nos hicimos es,
¿qué tanto hemos perdido al paso de los años? Quince sólidos años –en mi caso– dentro de un trabajo, al que renuncias, ¿es una pérdida de
tiempo?
Considero que permanecer cierto –corto o largo– tiempo en una u otra circunstancias no es caro. El Tiempo no se
gasta. La primera idea a la que tuve que enfrentarme al abandonar mi antigua
vida fue a la pérdida irreparable del tiempo y todos los beneficios y
oportunidades que ese período me ofrecía. Abandonar la seguridad de lo conocido
jamás es sencillo.
El Mundo, sin embargo, es cruel.
Nuestras sociedades buscan perfección, dedicación de años, entrega y
responsabilidad absoluta, pero no están dispuestas a ser flexibles, a brindar
tiempo para crecer como personas, como seres
humanos, a desarrollar experiencia en el campo emocional, aprender del fracaso y de lo que bien ha sido llamarse `errores´.
La Efectividad y Eficiencia es lo único que importa.
El concepto de Tiempo se ha
malinterpretado entonces. No por las instituciones, sino por nosotros mismos,
quienes las creamos, las trabajamos y quienes vivimos en ellas.
Cada uno decide cómo y cuándo
invertir su tiempo. Es una decisión personal, que nos llevará a consecuencias
lógicas. Cada quien tiene una idea de lo que quiere de su vida: Éxito, Fama,
Dinero, una familia, una profesión, Comodidad. La verdad es que son pocos los
momentos donde reflexionamos en cualidades o circunstancias que deseemos en
nuestra existencia, para crecer como seres humanos. Bondad, Tranquilidad,
Serenidad, Apoyo para con los demás, Desarrollo de habilidades humanas,
Aprendizaje humano. Finalmente, son valores que no son redituables económicamente y que dejamos para un `eterno después´,
cuando haya cumplido las metas verdaderamente importantes. De ahí la idea de
que el Tiempo es caro, porque
gastarlo significa, poner atención, energía y esfuerzo en `cosas´ que no son valiosas, sin importar cuánto les
dediques.
Creo de manera firme, que,
efectivamente, el Tiempo que pasaste en tal o cual etapa de ti, no regresa,
pero deja a su paso por tu vida, consecuencias, lecciones, aprendizaje,
personas, que pensamos que no son valiosas, porque te han abandonado, las has
abandonado, no pueden brindarnos riqueza, como estamos acostumbrados a
concebirla: material en todo sentido.
¿De dónde proviene esa creencia sólida?
De la idea a la que nos hemos
aferrado al paso de los años, de las décadas, de los siglos: que tenemos asegurado el Tiempo, para
convertirlo en Futuro. Y trabajas para vivir el Mañana, creyendo que lo tienes contigo como dinero en la cartera.
Es decir, vales la pena por la riqueza
material que el Tiempo pueda brindarte, como un estatus.
Para mí, la idea que rompió todo el
paradigma fue el cálculo médico del
tiempo de vida que le quedaba a mi cuerpo. A partir de ese simple hecho, todo
se transformó radicalmente. El mañana no
algo que controles, o puedas asegurar que posees, entonces, ¿qué hacer con
ello?
Leyendo acerca de la Teoría que
los científicos han construido desde la década de los cincuentas, donde esbozan
una analogía de la cercanía de la Humanidad con la medianoche, comprendí que es
una idea acertada de nuestra actividad global como seres humanos.
Un simple cambio de presidente en
el mayor país capitalista de América, y ciertos conflictos políticos a lo largo del globo, modifican peligrosamente nuestra
cercanía con un proceso de crisis o destrucción masiva, de diecisiete a dos minutos, aproximadamente. Es una
simple analogía, pero la idea es simple, válida y sumamente poderosa.
Sólo cuando te enfrentas a circunstancias
que ponen en riesgo tu seguridad o tu vida, sales de ese estado de estabilidad,
viviendo dos opciones: cayendo en cuenta
que lo has gastado todo, o estando dispuesto a reinvertir lo que eres. A reinventarte.
El Tiempo –por lo tanto– no es
caro. `Caro´ es una etiqueta humana para algo que hemos perdido, o a lo que no
podemos acceder, porque no somos merecedores, o no tenemos los medios
suficientes para tenerlo. Si comprendemos el Tiempo como un elemento que
podemos invertir, independientemente del valor que tengamos de nosotros mismos,
puede convertirse en un poderoso medio para comenzar a crearnos una riqueza
basada en los cimientos. Finalmente, crear riqueza material no es ganarse la lotería,
o encontrar un trabajo que nos reditúe dos millones de pesos por cada mil (que
desde luego, puede serlo), más bien, es trabajar desde la infraestructura: valorar la Vida, las circunstancias y las
habilidades que tenemos con nosotros, pero, sobre todo, valorarse uno mismo.
Sin nosotros mismos, sin Bienestar (físico, mental, espiritual), sin metas o
intenciones, y sin un horizonte personal sólido y bien construido, todo lo que
ganemos será sólo eso: una condición efímera,
que jamás podrá recordarnos lo que realmente vale la pena.
Imagen que acompaña a nota, extraída de la liga:
Escucho:
Every time I'm with you | Seal
Age | Candy Dulfer
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