No de manera personal.
No se trata de retratos oníricos llenos de lenguajes y símbolos abstractos, o escenas sin sentido.
Sé reconocer exactamente un sueño de estas características, y diferenciarlo de un sueño que llamo real, donde prácticamente experimento alguna vivencia clara, y objetiva.
Dos de ellos se presentaron estando yo fuera, en la calle, en una noche particularmente oscura y desolada.
Los dos ángeles se manifestaron, pero sólo uno de ellos se detuvo el tiempo suficiente para darme la oportunidad de contemplarlo a detalle, y guardar en mi memoria, visual y mental, sus características distintivas.
Encerrado siempre en una esfera de Luz, se atenuó lo suficiente para permitirme verlo, porque en Movimiento, la Luz que pareciera generar, es blanca y sumamente brillante, como la nieve, moviéndose a una velocidad impresionante, certera, silenciosa, como meteoro que cruza raudo las calles de una colonia en penumbra.
Ni siquiera me llaman la Atención.
Tardé más de un día –tan solo– en dibujar el vehículo sobre el que se movía el ángel.
A diferencia de la última interacción que experimenté con ángeles, en esta ocasión sólo hubo una aparición, lo suficientemente clara, objetiva e intencional, como para darme oportunidad de registrarla física y visualmente, no sólo sensorialmente, como antes, situación que brindaba Ambigüedad a la descripción que pude haber dado a los hechos en ese momento.
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