`Todo lo que te molesta de otros seres,
es algo que no has resuelto en ti mismo´.
Buda
Uno de los principios universales
que más daño nos provoca al no ser capaces de canalizarlo es el referente a que
encontraremos siempre en las personas que nos rodean un reflejo de nosotros
mismos, de nuestras habilidades y defectos, manifestados a través de las
personas que conocemos y con quienes tratamos a cada momento.
Cuando establecemos una relación
con alguien, se da un lazo intangible,
pero existente, que automáticamente nos
liga a esa persona. En muchas ocasiones esta conexión se realiza fuera de nuestra consciencia, por lo que
aquello que acontezca con la persona con quien conectamos, afectará nuestro
nivel y frecuencia energéticos.
Hace algún tiempo conocí a un
joven, que entraba a la universidad cuando yo trabajaba como administrativo
dentro de la licenciatura donde él presentaba examen de ingreso. Por azares del
destino, nos hablamos y conocí su situación. Había conseguido aprobar el
examen, pero no alcanzado un cupo dentro de los grupos oficiales, así que no
era seguro que ingresara a la institución. Vi en él Temple, deseo y valores de lucha, ya que se enfrentaba a retos muy
grandes en su vida personal, y en la salud de su cuerpo. En ese momento, sin
saber por qué exactamente lo hacía, pude direccionar las circunstancias para
que fuera considerado dentro de la matrícula de ese período, pero no sólo eso,
sino en el grupo donde yo impartiría clase.
Al paso de año y medio, siguió su
camino dentro de la universidad, y le impartí clases al grupo donde pertenecía.
Ese año en particular fue un período decisivo en mi vida, ya que cambios
profundos me llevaron a tomar decisiones complicadas, todo en aras de lograr
una estabilidad personal y emocional, perdidas meses atrás, relacionadas en
parte con la autoridad inmediata que me antecedía y con quien trabajé, y con quien
nunca concordé en valores y objetivos académicos y humanos. A pesar del cariño
y respeto que guardé por el joven en todo momento, las circunstancias nos
llevaron a un violento rompimiento y distancia entre nuestros puntos de vista profesor-alumno, producto de nuestros pensamientos, creencias e ideales, lo
que representó un serio conflicto interior en mi pensamiento y manera de
sentir, después de lo vivido al conocerlo, que provocó una inestabilidad que me
hizo entrar en un proceso de auto
reflexión y análisis profundo, lo mismo provocado en él, ya que tomó a mi
persona como reflejo general de toda una institución donde él forma parte, y
que criticó severamente, así mismo reflejado en la actitud y pensamiento de la autoridad
con quien yo trabajé, quien hizo todo lo posible por demeritar y juzgar el
trabajo por mí realizado.
En ocasiones, cuando entre personas
se manifiestan conflictos o discusiones constantes e intransitables, es
necesario entender que existe una conexión entre esas personas, un lazo que se
ha entablado, y que representa un reflejo en ambos sentidos de la persona en la
otra. Es decir, las actitudes, acciones o elementos que han despertado el
conflicto, y que siempre significan valores con los que no estamos de acuerdo,
son simples variables presentes en nuestras propias individualidades, pero que
rechazamos contundentemente en nosotros por considerarlas no éticas o no posibles,
expresándose –tras este primer
rechazo– en las personas con quienes
nos relacionamos, lo que nos hace rechazarlas o discutir violentamente con
ellas (estando discutiendo o luchando con nosotros mismos), alcanzando en
ocasiones niveles irracionales o incomprensibles de intolerancia.
El primer paso decisivo y
contundente es, despersonalizar la
relación. Es decir, analizar los términos a fondo para comprender que la
persona con quien luchamos o que repudiamos, no tiene un objetivo personal
contra nosotros. ¿Cómo hacerlo, si las
acciones, palabras y actitudes de dicha persona han sido directamente
manifestadas hacia nosotros, de una manera constante y clara?
La persona con quien discutimos,
o con quien manifestamos aversión, ha tomado inconscientemente nuestras actitudes como un ataque consciente y
personal, y nosotros –siguiendo la
dirección del juego– hemos hecho lo
mismo. Ambos nos hemos limitado a seguir los pasos establecidos por nuestros egos y alta carga emocional de sentimientos, no siendo capaces de discernir que la
persona a quien atacamos, es sólo un
reflejo de lo que negamos poseer, pensar, sentir o hacer, en nosotros mismos.
Para despersonalizar la
situación, debí analizar profundamente las circunstancias del conflicto,
dándome cuenta que dos personas más con el mismo nombre del joven a quien ayudé
en un principio (entre ellos la persona con quien trabajé), representaban la
misma relación conflictiva, en
diferentes contextos, pero con la misma esencia: rechazo e intolerancia.
Tres personas con el mismo
nombre, representaban relaciones altamente complicadas en mi vida. Lo siguiente
que decidí hacer fue una lista con las actitudes o conductas que consideraba no
tolerables en las personas cuyas relaciones me habían ocasionado situaciones
problemáticas.
Despersonalizar las relaciones es
altamente difícil, pero es un proceso sano, porque aprendemos a ver a las
personas simplemente como un cúmulo de acciones, emociones o conductas, dejando
intacta la imagen global del ser humano que han compartido con nosotros. Las
personas no son cien por ciento malvadas, ni cien por ciento benevolentes, pero
podemos respetarlas como seres humanos con circunstancias personales con
derecho a existir y cumplir objetivos de vida. No siempre esos objetivos tienen
que ver con nosotros, así que podemos decidir
en qué exacto momento el cúmulo de acciones o valores en ellas que nos ha
generado intolerancia, dejan de tener validez en nuestra Vida. Cuando entendemos
que esas mismas acciones no aceptables
o repudiables están presentes en
nosotros, y que las hemos llevado a cabo en otros, estaremos aceptando que así
como poseemos circunstancias que nos obligaron a ese límite de no Ética, las personas que repudiamos
poseen una serie de circunstancias que los lleva a actuar de esa manera que no
toleramos, pero que –finalmente– no tienen relación con lo que en el
fondo, somos.
Así como cada uno fabrica
pensamientos y juicios de valor a partir de experiencias y circunstancias personales,
que nos hacen dilucidar las cosas malas de las buenas, o viceversa, debemos
comprender que podemos no ser parte de los juicios que las personas hacen a
partir de estas circunstancias, que serán diferentes y limitadas, para todos. Recordemos que lo único que hacemos como
personas es proyectar en aquello que nos rodea, las cualidades que rechazamos o
amamos en nosotros mismos. Repudiamos
las actitudes y valores, rara vez a las personas. Mientras más experiencia
en la Vida tengamos, y más carga emocional acumulemos sin un trabajo consciente de aceptación, seremos más
propicios y susceptibles a ver
reflejados estos sentimientos y emociones en los demás, experimentando rechazo
y/o conflicto.
Como personas, la Vida nos llevará
a tomar posturas y perspectivas que creeremos válidas y correctas en su
momento. No permitamos que estas situaciones momentáneas se antepongan al
respeto que –como seres humanos– tenemos unos con respecto a los otros.
El joven que ingresó a la universidad lo
hizo por el noble deseo de superarse y ser mejor persona, así como mi deseo de
impartir clases es compartir mi experiencia como profesionista y ser humano; por
lo tanto, lo que él o yo, o alguien más haga, y que no representa a una
institución o sociedad en términos globales, más bien, experiencias
individuales, no nos hará desistir de ese rumbo buscado. Lo que suceda en
el medio, no tiene que ver necesariamente con las partes, ya que tenemos la
libertad de decidir cómo y cuándo continuar con nuestro camino,
respetando –en primera instancia– lo que somos, pensamos y sentimos como
entes individuales, para poder respetar –por
ende– la esencia humana presente en aquellos con quienes convivimos.
Los lazos que establezcamos como
seres humanos estarán ahí –para bien
o para mal–, nosotros decidimos si
nos impulsan, nos detienen, nos llenan de rencor, o, por el contrario, se
convierten en recordatorios de cuánto amamos lo que somos, estimamos lo que
creemos, y lo que venimos a realizar en este sitio y lugar, para el bien de
quienes nos rodean.
Imagen tomada de la nota, del sitio:
Escucho:
Water under the bridge | Adele
Killer | Seal. Taken from the album Live
In Paris
Después de leer esta publicación, recordé las amenas charlas que sostuvimos hace tiempo. Me platicaste sobre distintos puntos, entre los cuales mencionaste éste, sobre los reflejos. Es verdad que lo que parece como un conflicto de las personas con nosotros, es en realidad un conflicto interno e individual. Cuando logramos entenderlo, deja de ser un conflicto, porque lo vemos como una oportunidad de crecer espiritual y mentalmente, y luego sabiendo eso ¿quién tendrá la voluntad de seguir el camino y crecer? ¿quién tendrá la voluntad de, habiendo conseguido ese conocimiento, vivir atendiendo la reponsabilidad que conlleva el "conocer"?
ResponderEliminarGracias otra vez, maestro, por sembrar en mí una semilla que he guardado, como quien guarda un objeto cuyo valor es inmenso e incomparable con otros valores mundanos. Aunque ya no tengo dudas, me encuentro en una negación de mi naturaleza espiritual, que pensándolo muy bien, podría tratarse, no de una negación, sino de una rotunda afirmación camuflada.
Saludos. Ah! Y feliz navidad!
Raciel.