`No estoy aquí,
esto no está sucediendo´.
Soy muy afortunado.
Al momento de escribir estas líneas, mi familia se encuentra viva.
Y aunque físicamente aparte, estoy entre ellos.
La Familia es un valor humano —quizá el más
hermoso— que guardamos con nosotros.
Hoy he comprendido profundamente el alcance y la hermosa bendición de
ser miembro de una familia.
En esta vida que hoy tengo conmigo, cuento con la oportunidad de
formar parte de un núcleo familiar, que me ha acompañado en las más duras
pruebas como hijo, hombre, y ser humano, que he tenido hasta este momento.
Acabo de concluir una videollamada, una sesión a distancia
con un hombre que me ha enseñado mucho. Aún derramo las últimas lágrimas después
de sus palabras tras ser sincero en su sentir, consigo mismo, y con respecto
a su familia.
La Familia es lo más valioso, sagrado, a lo que podemos aspirar como seres
humanos.
En los últimos meses he vivido el amor fraternal de múltiples
maneras, en distintos campos y niveles. Un padre fallecido que se manifestó
frente a mí, para brindar un mensaje a su hijo enfermo, que falleciera semanas
después, guiándolo hasta la Transición, tras la Muerte biológica,
con el cariño y abnegación que sólo un padre manifiesta, y que me hizo
estremecer hasta las lágrimas.
El Amor de un padre muerto, a sus dos hijos, uno de ellos a quien se
manifestara en sueños, y con cuya ex novia (que también perdiera a su padre), enfrentara
un proceso de cierre de ciclo, donde ambos padres (el padre del hijo y el padre
de la ex novia de dicho hijo) brindaron mensajes de agradecimiento y cariño
infinito por sus hijos respectivos.
Y el más importante de todos: el descubrimiento de mi propia familia
original, siglos y vidas atrás, con quienes viví, en circunstancias desafortunadas
y ruines, procesos de Rechazo, Abandono y Humillación. El
conocimiento de las raíces familiares a través de los tiempos inmemoriales, ha
sido una experiencia dura, difícil, inverosímil, pero que guarda profunda
relación y congruencia con la vida que experimento ahora. No cabe duda que
venimos a saldar deudas de tiempos pasados.
La maldición que representa ser rechazado por miembros de tu propia
familia, pero la hermosa bendición de reencontrarte con miembros de familias con
las que interactuaste en otras vidas.
Estoy llorando dije, sí, después de hablar con el hombre con quien
concluyo sesión de terapia. La Terapia ha sido un sinuoso viaje de auto
descubrimiento que me ha dirigido a lugares que —debo confesarlo—
me han llevado al límite en muchos sentidos y niveles. Recuerdos ancestrales, Dolor,
Vulnerabilidad… Debilidad.
La Familia ha sido la variable que he reencontrado una y otra
vez en cada caída y herida emocional recordada.
Soy afortunado por poder abrazar a mi padre, besar a mi madre, y
hablar con mis hermanos, aunque con uno de ellos sólo raspemos ásperamente las
palabras.
¿Cuántas personas no tienen esa oportunidad en sus vidas?
Y el hombre de la videollamada me dice que soy parte de su familia,
junto con ella, él, ellos, y quizá ustedes y tú, que leen esta nota, y me
conmuevo y derramo limpiamente las lágrimas y se quiebra mi voz cuando le
confieso que esta vida he invertido toda una vida en resolver mi Identidad,
encontrar el lugar donde pertenezco, porque en todo sitio con el que interactúo,
me siento rechazado y fuera de sitio y lugar. Con lágrimas en los ojos reconozco
que la Familia es un bello destino al cuál arribar, tras un largo y exhaustivo
viaje, no importa el Abandono y el Éxodo que represente su mera
existencia.
Porque soy afortunado.
Porque puedo compartir mi tiempo a mi Familia.
A mis familias.
A cada persona que en los últimos tres años me ha obsequiado
desinteresadamente y sin exigir nada a cambio, su cariño, su aceptación,
y su valioso tiempo. La última discusión con un amigo a quien amo, fue
precisamente la importancia y el valor que deposito en la presencia,
en estar ahí, charlando frente a frente, no a la distancia, Vacío que
sufrí cuando el amigo cuyo padre me contactó, falleciera, dejándome incrustado
en mi ADN, el horrible temor de perder a quien amo, alimentado de igual
manera por una enfermedad que me recuerda que mi vida no tiene la facilidad de Tiempo
en su garantía.
La Familia es lo único que me brinda sentido en esta noche inquieta.
Lo único que me recuerda que vale la pena vivir.
No importa que tu propia familia haya muerto o te haya rechazado, has
tenido la fortuna de nacer de ellos, y con esa simple circunstancia, transformar
tu vida, a partir de la experiencia de la Compañía o la Soledad.
Porque existen personas que teniendo familias, no forman parte de
ellas, y otras que, sin tenerlas, han sido integradas a otras.
Y personas como yo, que, teniendo su propia familia, tiene la hermosa
oportunidad de encontrar su propia Integridad, gracias a la Compasión
y la Humildad de todos quienes le enseñan la valiosa lección y el
significado de integrar, e integrarse, (a) una Familia.
Imagen tomada de la liga:
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