`Vive como si fueras a morir mañana;
aprende como si el mundo fuera a durar para siempre´.
Mahatma Gandhi.
Es triste –y desgraciadamente más común–
levantarse por las mañanas y descubrir en los medios de comunicación, eventos
trágicos que conmocionan a las ciudades y sus respectivos países.
Después de lo sucedido en Las Vegas esta madrugada, escuchaba en
una de las tantas coberturas de veinticuatro horas a un especialista hablar sobre
las características del espacio público,
y la responsabilidad que el usuario posee al visitar estos sitios,
familiarizarse con ellos, buscar rutas de salida y conocer la circulación
implícita en su naturaleza arquitectónica o urbana. Los visitantes de estos
espacios –de acuerdo al especialista– los frecuentan ahora bajo su propio
riesgo, y deben de ser conscientes de ubicar y de informarse en relación a
sitios cercanos que funjan como albergues, estructuras que puedan servir de
apoyo en caso de sismos o desastres naturales, o bien, lugares donde
resguardarse en caso de ataque de cualquier naturaleza, incluida una matanza
social o un ataque terrorista.
Considerando de igual manera el peligro
para los usuarios que ahora se cierna sobre el transporte privado a través de compañías
o empresas a nivel nacional o multinacional, derivado de los casos recientes en
México, el riesgo de transitar las
ciudades se ha elevado considerablemente.
Los largos vídeos, las coberturas
y los giros sorpresivos en eventos nacionales, así como el manejo de la
información de los medios de comunicación, o las decisiones de las autoridades
o instituciones allegadas a los gobiernos, nos dejan claro que las situaciones
les han sobrepasado completamente.
Como ciudadanos, confiamos en la
competencia de nuestros actuales gobiernos y sus responsivas, pero es
complicado hacerlo cuando, meses antes del final de uno de los sexenios más
violentos de México, un sismo desarma
llanamente la organización y la efectividad de respuesta del gobierno, haciendo
evidente su falta de interés y preparación ante eventos mayores; o la situación
de Estados Unidos, con un presidente
que siempre se promulgó con claras y nada ocultas señales de odio e
intolerancia en sus discursos, ahora confrontándose con los ataques más mortíferos
en la historia moderna de su nación.
Responsabilizar a las personas no
es la solución. La preparación y la Educación o idiosincrasia de las
autoridades no es más que un reflejo nítido de nosotros mismos, y de quienes
hemos puesto al mando de nuestros países. Desconozco si ciudadanos de otros
países guardan similares sentimientos en relación a sus respectivos países.
Sigo escuchando en las historias
de personas cercanas, íntimas a mi círculo familiar y de amigos, conflictos y
circunstancias que tienen que ver con el machismo,
violencia intrafamiliar de cualquier naturaleza, intolerancia,
irresponsabilidad, drogadicción, entre muchos otros aspectos, que me hace cuestionarme
sobre la dirección hacia la que llevamos nuestras vidas personales.
En el ámbito mundial, conflictos
políticos, incitaciones de guerra, tomas de estado, revoluciones, narcotráfico,
robo y negligencia en acciones, bienes y servicios para personas damnificadas
tras desastres.
Podemos seguir negando que las
circunstancias que vivimos no fueron elegidas por nosotros, o que son
injusticias que acontecen al azar, junto con situaciones referentes a las
transformaciones que la geografía y clima a nivel mundial cada día se hacen más
y más evidentes.
Si trazamos líneas paralelas
entre los ambientes naturales y sociales que atañen a la Humanidad o su
relación con la Naturaleza, encontraremos que los picos de eventos límite se
trazan en los mismos puntos, en donde convergen desastre naturales con
conflictos humanos internacionales, en un mapa claro de desorden e
intolerancia, que finalmente nos afecta a todos, en mayor o menor grado.
Si se trata de aceptar o no
teorías metafísicas como la Ley de
Atracción o demás dogmas recientes, sólo te pregunto qué tan seguro te
sientes hoy de salir a las calles, o visitar ciudades dentro y fuera de tu
país, donde antes solías andar despreocupadamente y hoy han acontecido eventos
que han mermado a la sociedad en diversos niveles.
Quizá este momento de nuestra
Historia se vivió antes en períodos como la Inquisición, La Edad Media
o el Holocausto en Alemania, sólo que no tuvo tanto
impacto como ahora, por el escaso y limitadísimo alcance de la Tecnología y la Comunicación,
que hoy nos hace conocer los actos y sus consecuencias de forma inmediata.
Quizá en ese momento del pasado no
era tiempo de conocer al instante las atrocidades y la falta de Consciencia,
Respeto y Responsabilidad que el Hombre manifiesta. Sólo era cuestión de
sentarse, escuchar y ser espectador lejano en Tiempo y Lugar, en aquellos
eventos catastróficos que terminaron con la vida de millones de seres vivos.
Recuerdo el sismo del año ochenta y cinco como un sueño lejano y
surrealista, del que como nación no pudimos observar en vista panorámica su
alcance en la psique y en la
existencia humana individual, social y mundial. Jamás imaginé vivir esa
secuencia en carne propia, un mismo día, con horas de diferencia, en el mismo
país y la misma ciudad, afectando ahora mis propios bienes, además de las
personas más cercanas que amo y por las que daría lo que fuera.
Ahora pareciera que la Vida se
esfuerza en ponernos presencialmente en todos los escenarios y contextos
posibles, tengan algo que ver o nada con nuestra edad, sexo, religión, condición
social, raza, nacionalidad. Las autoridades le llaman `ataque indiscriminado´.
Es claro también, a estas
alturas, que bajo tales circunstancias NADIE está preparado para liderar o
fungir como autoridad y poder sortear estos obstáculos, que, por sí solos
(ahora imaginen en conjunto) azotan nuestras vidas individuales y sociales.
Tomar consciencia de nuestras
acciones, de nuestras decisiones, y de nuestro pensar individual, es la manera
más directa de comenzar un cambio.
Aceptar cuando las circunstancias
nos han superado, y, sin responsabilizar a alguien, simplemente convertirse en
el eslabón que puede minimizar, brindar propuesta de solución o detener una
situación conflictiva, desde un simple golpe físico, una humillación, una
discusión, un accidente de tráfico, una demanda, una separación, una partida,
un desalojo, una disolución contractual, una huelga, un conflicto social de
mayor magnitud.
Si has llegado hasta esta altura
del texto, es porque conscientemente estás abierto y receptivo, temeroso y
ansioso tras los eventos que nos aquejan como sociedades. Un cambio siempre es
complejo, difícil y peor, lleno de incertidumbre y riesgo. Considero preferible
vivir un riesgo consciente que continuar aguardando por la próxima
circunstancia que toque y transforme mi vida o de quienes me rodean con una
consecuencia tal, que no sea capaz de deshacer o rescindir.
La historia personal, individual
de cada uno de nosotros, es una variable que influye y determina en millones de
repeticiones nuestra actual realidad. Comenzar a comprenderla y transformarla,
en lugar de sobrevivir en ella y acumular rencor por su injusticia, es una
decisión que puede comenzar a transformarlo todo, desde la individualidad que
nos representa.
Imagen tomada de la liga: